How to disappear completely IV, 2011 - John Folsom |
Era un país de selva y amargura,--un país con altísimos abetos,--con abetos altísimos, en donde--ponía
quejas el temblor del viento.--Tal vez era la tierra cimeriana--donde estaba la boca del Infierno,--la isla que
en el grado ochenta y siete--de latitud austral, marca el lindero--de la líquida mar; sobre las aguas--se levan-
ba un promontorio negro,-- como el cuello de un lúgubre caballo,--de un potro colosal, que hubiera muerto--en
su última postura de combate,--con la hinchada nariz humeando al viento.--El orto formidable de una noche--
con intenso borrón manchaba el cielo,--y sobre el fondo de carbón flotaba--la alta silueta del peñasco negro.--
Una luna ruinosa se perdía--con su amarilla cara de esqueleto-- en distancias de ensueño y de problema;--y
había un mar, pero era un mar eterno,--dormido en un silencio sofocante--como un fantástico animal enfermo.
--Sobre el filo más alto de la roca,--ladrando al hosco mar, estaba un perro.
Sus colmillos brillaban en la noche--pero sus ojos no, porque era ciego.--Su boca abierta relumbraba, roja--
como el vientre caldeado de un brasero;--como la gran bandera de venganza--que corona las iras de mis sue-
ños;--como el hierro de una hacha de verdugo--abrevada en la sangre de los cuellos.--Y en aquella honda bo-
ca aullaba el hambre,--como el sonido fúnebre en el hueco--de las tristes campanas de Noviembre.--Vi que
mi alma con sus brazos yertos--y en su frente una luz hipnotizada--subía hacia la boca de aquel perro,--y que
en sus manos y sus pies sangraban,--como rosas de luz, cuatro agujeros;--y que en la hambrienta boca se
perdía--,y que el monstruo sintió en sus ojos secos--encenderse dos llamas, como lívidos--incendios de al-
cohol sobre los miedos.
Entonces comprendí (¡Santa Miseria!)--el misterioso amor de los pequeños;--y odié la dicha de las nobles
sedas,--y las prosapias con raíz de hierro;--y hallé en tu lodo gérmenes de lirios,--y puse la amargura de mis
besos--sobre bocas purpúreas, que eran llagas;--y en las prostituciones de tu lecho--vi esparcidas semillas
de azucena,--y aprendí a aborrecer como los siervos;--y mis ojos miraron en la sombra--una cruz nueva, con
sus clavos nuevos,--que era una cruz sin víctima, elevada--sobre el oriente enorme de un incendio,--aquella
cruz sin víctima ofrecida--como un lecho nupcial. ¡Y yo era un perro!
Leopoldo Lugones
De: Antología poética, Selección: Jorge Luis Borges, Alianza Editorial, España 1982
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