Y aquí en verdad termino
Erótica mía
en tu único sitio vulnerable:
no estoy ni seré ni permanezco abandonado
pues habrá otros aviones
brincando en la recámara
Dancing, 1929 - Yasuo Kuniyoshi |
otros lentos barcos
en mi plato de sopa cotidiana.
Verás que tampoco lloraré sudores tristes
en los muelles atardecidos
ni tendrán un solo sabor
todas mis comidas
ni veré tu forma
en las cucarachas dormidas
que cruzan la lluvia
ni quedará tu boca
acostada en mi vieja cama crujidora.
Debes saber desde ya
que no cambiaré la manera
de peinarme
que no retiraré tus cenizas solitarias
que no le romperé
el pescuezo a tu sombra
que dejaré tus agrios olores
a plena voluntad
entre libros y manteles
que no borraré tu ruido en la cocina
ni pondré fuego a las cuatro cartas
donde aprendí a leer tu ausencia inevitable.
Nada de eso Erótica mía:
sólo un hombre que ha cumplido
más de la mitad de sus latidos disponibles
que será tercamente el amante
de un pelo descuidado
o de cualquier otra mano
que busque su bragueta.
Un amador sufriente que ya es
desabrazado de sus tierras del Sur
y arrancado de aguas y de cielos
para seguir besando por todas las fronteras
tu olorosa oscuridad
tus hendiduras más otras y tuyas
tu respiración de amargos cigarrillos
tus pezones de negra sustancia
cada hueco de ti
cada emergente humedad
cada jugo consumado
y la claridad de tus pies
que entre polvo vientos papeles
caramelos mordidos salivas desechadas
vidrios en desorden
lágrimas indescifrables
árboles comidos por la furia
panes destruidos huesos nocturnos:
tus claros pies Erótica mía
que anduvieron en mi pecho
y ensuciaron mis dientes
y se fueron contigo más allá del incendio
y que han inventado un camino paralelo
a estos rumbos de sangre y de papel
para que ni en mí ni en ti
ni en nadie
ni en ninguno aparezca
el menor indicio
de un final feliz.
Saúl Ibargoyen
De: Erótica mía, Ediciones del Ermitaño, México 2010