El ojo que te ve
Hoy ha salido del hotel más temprano que de costumbre. Eran las siete de la mañana y su cabeza ocupó el círculo de la mira telescópica con su melena corta. Llevaba gafas de sol, pero la reconocí. A estas alturas la reconocería aunque se disfrazara. Cuando se pasan tantas horas observando, cuando el mundo se reduce al círculo de una mira telescópica, uno acaba sabiendo muchas cosas de los demás. Yo sé que ella es nerviosa, que se rasca tras la oreja cuando no sabe qué hacer, que escupe al suelo los chicles que masca. También sé que sus piernas son largas y sus pechos pequeños y firmes. Porque no lleva sujetador. Eso también lo sé. He estudiado cada pliegue de su ropa. Conecto el walkman y escucho la guitarra salvaje de Jabberwocky. Esa canción me mata, pero también me ayuda a matar el tiempo mientras espero que ella regrese. La terraza parece un charco de agua. Es por el calor, que lo llena todo de espejismos. Ayer hubo mucho movimiento y la calle se cubrió de polvo y humo. Era como moverse dentro de una chimenea. Oías el silbido de las balas y las explosiones de los proyectiles, pero no veías más que resplandores entre la bruma. Hoy todo está limpio y calmo, y la música suena nítida en mis oídos. Es increíble cómo la tierra se desentiende de nosotros. Cuando la destrucción se detiene, el mundo se dedica de nuevo a lo suyo. No somos más que un paréntesis sangriento. Los pájaros vuelven a revolotear tontamente y los árboles se mecen bajo el viento. Pero los insectos continúan con sus tareas en medio de la matanza. Ayer estaba tirado en el suelo, al abrigo de un muro, y vi cómo una larga hilera de hormigas se adentraba en terreno abierto, indiferente a las carreras, a los gritos y a la lluvia de metralla. Para ellas debemos ser poco más que una tormenta. Y ni eso, porque la tormenta puede traer un diluvio que las ahogue. Nosotros sólo abrimos socavones en la tierra y, de vez en cuando, arrojamos al suelo algún despojo que se convierte de inmediato en alimento para ellas o en un nuevo obstáculo que deben salvar en su camino. Nuestra crueldad no tiene público en el universo, es una aberración privada. Imagen de la tierra, 1999 - Antoni Tápies |
José Manuel Fajardo - José Ovejero - Antonio Sarabia
De: Primeras noticias de Noela Duarte, Ed. Belacqba/La otra orilla, 2008 España
El fragmento ha sido tomado del blog Los convidados de Antonio Sarabia en donde pueden leerse dos textos más del libro escrito a seis manos, a continuación se encuentra el enlace de la entrada:Los convidados: Primeras noticias de Noela Duarte
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