l'amour fou, 2002 - ángel mateo charris |
Fue por temor a olvidar tu aroma que decidí en-
cerrarme en esta tarde. Corrí las cortinas, cerré
la puerta y la memoria a nuevos hechos, y me tendí
en la cama a recordar.
Los rayos de sol de aquella tarde rebotan ince-
santemente, imposibilitados para salir, en los objetos
de la habitación. El aire y los hechos son los mis-
mos. Nada parece haber cambiado.
Ahí está, intangible, anunciando su presencia,
tu aroma...
Los ruidos se repiten continuamente. Tus palabras
y las mías resuenan en el espacio.
De nuevo tu /...¡Hola¡.../...¿Que haces?.../...Te quie-
ro.../...Hasta mañana.../...Adiós.../
De nuevo la obsesión en la mente. Hay que re-
cordar/ el aroma/ hay que recordar/ y todo se repi-
te, y en la mente todo vuelve a bailar. Y entonces
empiezas a hacerte presente/...despacio...despacio...
tu cabello, (el viento es el mismo de aquella tarde)
...despacio...tus ojos...despacio...tu sonrisa...
Y te sientas conmigo, y volvemos a platicar como en
aquella tarde/ahora ésta.
-Lo único que le pertenece a el hombre es la
trizteza. En realidad nunca estamos alegres, lo que
pasa es que se nos olvida que estamos tristes-
Me miras extrañada.
Yo voltéo hacia otra parte. Aspiro tu perfume...
-Hueles bonito-
Sonries.
Me vuelvo a verte y tu mirada me atrapa, me ciñe y
me libera lentamente.
Tu mirada...¡Tu mirada¡...Ahora es difusa...se
pierde...ya no aspiro tu aroma. Revuelvo todo: cama,
aire, sol, pensamiento, recuerdos, tratando de resca-
tarlo, pero...no puedo.
Y cuando me vuelvo a acostar, desilusionado, apareces
por un costado, y vuelves a reir como en el tiempo en
el que no importaba el tiempo.
Y vuelvo a revivir el instante, lejano primero,
después la presencia es inmensa. Y me tomas de la
mano/
/El recuerdo se yergue, sacudiendose las hojas
secas y amarillentas de aquel otoño en que te conocí.
Fue algo que se forjó a fuerza de caminar, a fuerza
de infligir la huella en el polvo/
Y hablando de esas cosas que siempre, al final,
olvidamos fijo mis ojos en los tuyos.
Es entonces cuando cuando te lanzo una pregunta que
te desarma por completo, que te...
-¿Dónde estás?-
Te sorprendes.
Y con un:
-Aquí estoy-
te desvaneces
desvaneces
desvanece.
desvanec..
desvane...
desvan....
desva.....
desv......
des.......
de........
d.........
..........
Me quedo inmóvil. Ahora no hago nada por recu-
perarte. Tal vez porque aun tu misma ausencia tiene
perfume y temo perderlo/
/Imposible romper algo que se construye de esa
forma. El polvo esconde la huella, temiendo perder
el secreto/
Giro a mi alrededor tratando de encontrar algo
que aún no defino completamente, después comprendo
que el único recuerdo que poseo es tu aroma.
Fue por eso, por temor a olvidarlo, que decidí ence-
rrarme en esta tarde...
Rafael Sebastián.
24-Dic-1974
charris