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jueves, 7 de marzo de 2013

Butes (fragmentos)

Deep water, 2010 - Ran ortner



Desde el fin del Micénico corría la leyenda de una isla misteriosa en cuyas orillas los marineros perecían atraídos por el canto de los pájaros.
 Se contaba que los navegantes que pasaban a lo largo de estas costas se hacían tapar sus orejas con cera para no ser descaminados y morir.
 Ni siquiera Orfeo el Músico quiso escuchar nada de este canto continuo.
 Ulises fue el primero que deseó escucharlo. Tomó la precaución de hacer que le ataran los pies y las manos al mástil de su navío.
 Sólo Butes saltó.


*

La música órfica al igual que el pensamiento filosófico tienen miedo.
 La alta mar no les va. Tienen miedo de perderse, de zambullirse, de abandonar el grupo, de morir. De modo parecido el psicoanalista y el analizado, con los brazos y las piernas inmovilizados, uno en su sillón, el otro sobre su lecho de dolor, escuchan, hablan, no saltan fuera del grupo, no saltan fuera del lenguaje. No abandonan el navío.
 Tal vez desciendan a la cala pero no saltan al mar.
 Butes sube al puente y salta.
 Allí donde el pensamiento tiene miedo, la música piensa.
 La música que está ahí antes de la música. La música que sabe "perderse" no tiene miedo del dolor. La música experta en "perdición" no necesita protegerse con imágenes o proposiciones, ni engañarse con alucinaciones o sueños.
 ¿Por qué la música es capaz de ir al fondo del dolor? Porque es allí donde ella mora.
 El canto de antes de la lengua articulada se zambulle -simplemente se zambulle, se zambulle como Butes se zambulle- en el duelo de la Perdida.


*

Sin la música algunos de nosotros morirían.


*

¿Qué hay en el fondo del deseo de arrojarse al agua? ¿Qué hay en el fondo del deseo de sumergirse en la cosa que obsesiona; de dar el último salto; de lanzarse sin demora y decididamente en pos de lo que se ignora; de franquear el Rubicón; de romper las amarras; de liberarse de todas las precauciones; de arrojarse a la boca del lobo; de jugar a fondo perdido? Extrañas expresiones que una misma antigüedad reúne. Todas estas metáforas de caza, de baile, de marina, de juego, de guerra, no son tanto proposiciones de la lengua natural sino figuraciones de los sueños. Todas ellas nombran la imprudencia. Todas ellas dicen: no ha tratado de escapar del peligro que se presentaba. Ha salido de su escondite. Ha dimitido de su puesto. Ha abandonado su fila. Ha escalado los muros de la prisión. Ha alcanzado la espontaneidad soberana de la naturaleza.


*
Deep water, 2009 - Ran Ortner

El ritmo binario es este ritmo de supervivencia: con-sin. Lo binario es un acuerdo de dos tiempos: mater-infans. Tal es la base 2. Autocalmante de base 2. Delante-detrás, izquierda-derecha, es la primera danza o al menos estos dos movimientos son el primer consuelo del abandonado. Autosensualidad de base 2: fort-da.
 ¿Cómo piensa la música? ¿Cómo avanza en el pensamiento?
 Para nombrar sin demasiadas pretensiones el pensamiento llamémosle la "reunión". El pensamiento es lo que reúne a los ausentes, las palabras, los argumentos, las impresiones, los recuerdos, las imágenes. Así como la reunión supone la unión, el pensamiento supone la madre. Para nombrar la madre decimos la atadora. Donde se encuentra la seirén. Vieja sirena que se desliza en el seno de un viejo canto continuo de base 2. Sonoro senil que premastica la lengua como la boca ancestral premastica la comida que va a regurgitar sobre los labios de los más recientes para permitirles sobrevivir. La música en este caso, una vez abandonado el mundo del agua y su penumbra, una vez que el humano ha emergido chorreante sobre la orilla pulmonada, en el sol del nacimiento, se vuelve una apostasía del lenguaje que será adquirido progresivamente en el mundo externo y su respiración.
 Es a partir de este desacuerdo entre latido cardíaco (rythmos) y canto pulmonado (melos) que algo intenta seguirse, tensarse, distenderse, dejarse, volver, armonizarse.
 Los verdaderos músicos son los que aflojan la cuerda de la lengua. Dejan una parte de humanidad. Hacen lo contrario de Alcibíades en Atenas. Dejan que la vieja unión fatal retome todo su poder sobre el cuerpo.
 La música vuelve a sumergir el cuerpo en el continente sonoro en el que se movía.
 Se balancea y baila y busca reunirse con la vieja rítmica acuosa de las olas.
 La música atrae a su oyente a la existencia solitaria que precede el nacimiento, que precede la respiración, que precede el grito, que precede la espiración, que precede la posibilidad de hablar.
 De este modo la música se hunde en la existencia originaria.


*

En este caso todo sentimiento estético en el alma de las bestias, como en la de los hombres, es simplemente una recaída.
 Es como una re-zambullida.
 Eso explica también este punto: porque no puedo escuchar la música más que solo.
 Solo como en el origen. Ab ovo.
 La música, en la existencia lingüística, es como la isla de las Sirenas en el mar Tirreno.
 Scelsi decía: Se trata de alcanzar el corazón del sonido en el movimiento de la onda concéntrica.


*

La música comienza por murmurar al oído del que la ama y que se acerca al canto que le envuelve, donde consiente en perder su identidad y su lenguaje: Acordaos, un día, antaño, se perdió lo que se amaba. Acordaos que un día perdisteis todo de todo cuanto era amado. Acordaos que es infinitamente triste perder lo que se ama.


Pascal Quignard
De: Butes, Trad: Miguel Morey & Carmen Pardo, Ed. Sexto Piso, México 2012.



entrevista a pascal quignard
albalpha: pascal quignard
ran ortner


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