Un rostro es un rostro es un desierto florecido. Oí
Un rostro es un rostro es un desierto florecido. Oí
largas llanuras florecer, oí desiertos enteros cubrirse
de flores. Una flor es un rostro en la soledad del
desierto como un rostro es una flor en la soledad
de las cosas. Un rostro oye años, estaciones, vidas
sin fin que terminan. Una flor sólo unos días, unos
crepúsculos, unas pocas noches sin fin que
terminan. Un rostro es una flor más que termina.
Oí infinitos desiertos florecidos apagarse. Me apodo
Zurita y te digo estas cosas como podría decirte
otras. Tal vez las demenciales flores se aman.
Está el desierto de Chile. Hay un barco en el medio
del desierto y una mujer dejándole flores. Las
piedras gritan. Nadie, salvo las piedras son capaces
de gritar así. Las flores también gritan, pero sólo
cuando las dobla el viento. Oí campos enteros de
flores doblarse en el viento.
Les vaciaron los ojos ¿sabías? les arrancaron los
ojos de las cuencas. Por eso en estos poemas nadie
ve, sólo oye. Las flores oyen y gritan a veces al
doblarse bajo el viento. Los rostros no ven. Las
piedras están locas y sólo gritan.
Nadie ve. Tal vez las cercenadas flores se aman.
Raúl Zurita
De: INRI, 2003
Dentro de: Mi mejilla es el cielo estrellado. Antología, Selección: Jacobo Sefamí y Alejandro Tarrab, Ed. Aldus, 2004 México