martes, 26 de agosto de 2008

El prado

...................................................Qué hermoso es ese viejo pino blanco
...................................................de la colina de tu infancia,
...................................................que hoy volviste a visitar...

.....................................................................................................Vladimir Holan

...................................................Voilà un tableau dont je ne suis pas mécotent,
...................................................
parce qu’il rend bien compte d’un plaisir que
...................................................chaque homme éprouve lorsqu’il pénètre en
...................................................août dans un bois de pins. Un poète mineur,
...................................................voire un poète épique s’en contenterait peut-être.
...................................................Mais nous sommes autre chose qu’un poète et
...................................................nous avons autre chose à dire
.........................................................................................................Francis Ponge


algunas veces, cuando despertamos,
la naturaleza no nos deja seguir pensando
destruimos todos los resquicios
que nos permiten decir lo justo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Den ensamma giftsvampen, 1893 - August Strindberg
los olvidamos
finalmente, un guijarro yace a la intemperie
realmente vemos con ojos de pez de vidrio
realmente esa es nuestra añorada esperanza:
la destrucción colmada en los campos
que alguna vez creímos ver
realmente vemos las siluetas del embrión
que se acordaja en la arena
realmente vemos con todos los sentidos
lo que alguien quiere decir
y cuando desde el pino falaz, durante el verano,
las gotas caen sobre el prado
recordamos las hojas enteras que arden con los años
la tierra, el centeno, los mares...
otras veces vemos
insectos, hexágonos, paralelepípedos
que deforman los reflejos
del sol con la hojarasca
otras, aún muy pocas,
nos tendemos sobre la tierra remota
a escudriñar las axilas de las rocas más puntiagudas,
las más de las veces, nos confundimos
con la hierba
con su perfume recién cortado
con sus signos robustos que nos hieren con las manos
y ése no debiera ser nuestro mayor consuelo:
desigual es el sol para los muertos
dentro de la panza del prado

*

el prado no distingue entre las eras
y sólo se limita a hablar del caos y el olvido

*

y los cíceros que no marcan
las corrientes salvajes
las pústulas de los huesos las jeringas
una giba de verde cielo
deshabita el pasto sagrado de las estrellas
las ribas que tenuemente deletrean
el latir de las tinieblas
los márgenes que no alcanza
el azadón inexistente
las grietas que no acaban con la sequía
es el estío,
la convención de los regadíos y el tiempo
tiempo de la nada donde cualquier cosa es prudente
es el tiempo de la muerte en los cascos
del ostracismo, en los álamos deletéreos del risco
o en los contornos perceptibles del viento
es el tiempo el tiempo el tiempo
y no dice nada --nada de nada—
y sobre estas lambras una ausencia de ojos

*

quién pudiera otear el firmamento
y no viera a las hebras grises y alveoladas del pasto
siempre y cuado en el bosque de zinc

no existiera una algazara de jazmines y jacintos
resollantes
quién es el que encuentra entre los juncos rotos
el verde manantial de la mente
cuando aún ni siquiera se percibiera
el breve influjo de las corrientes salvajes
y las algas no poseerían otra cualidad
que sus elementos axiales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Svartsjukans natt, 1893 - August Strindberg
es el movimiento de una larva que da inicio
a una lluvia prolongada & bruna
es el caballo estúpido que relincha de miedo
manchado de estiércol hasta las ancas;
cuando no son los prelados & los pleonasmos
y los ríos se detienen subterráneos
pasan lentamente del estupro a la elocuencia

*

a mí me jode el viento
mucho más que la verdad
encontrada en lo senil
y por muchos y grandes mástiles oblicuos
y negados por una lógica mundana
en tiempos en que la climatología
ha desechado para siempre de sus fustes
a las brújulas, astrolabios, pararrayos
y demás medios de navegación motora
se aproxima un día
como una potencia diferencial
como una larga palabra que se masca
como un prado inmenso que nadie habita
cómo saber que nadie aún ha muerto,
en este instante de lucidez & asfixia
en que una veleta mira en dirección
a los árboles ponientes:
sé, que al final el aire
terminará de matarme...

Paul Guillén


Dentro de: El decir y el vértigo/Panorama de la poesía hispanoamericana reciente(1965-1979), selección: Rocío Cerón, Julián Hebert, León Plascencia Ñol, filodecaballos editores/CONACULTA, 2005 México