lunes, 24 de septiembre de 2012

Simulaciones



Vocación Escénica



Grenades eclatées- François Legrand

El silencio es casi absoluto.
Luz de mediodía.
Incandescencia. Movimiento
pausado que estructura un melodrama. Voz In-
signe. Argumento perplejo contrario
a la cáscara del lenguaje y la parsimonia.

Escucho los latidos de mi cuerpo como un zumbido de
 . . . . . . . abejas concentradas en un manglar de la selva.
Me percibo como una semilla flotante en el caos, un
intruso, apenas un grano de polen o polvo.
Un vestigio tal vez.
Las cosas ocurren simultáneamente, traicionando una feliz
armonía. Una danza de adverbios opuestos, aquí y ahora.
No respiro, tampoco me sorprendo.
Las notas de mi partitura transcurren de manera apacible.
Sin sonido. Todo indicio de marcha es mera apariencia, un
acento incongruente, una grafía.
Lo único que penetra a través de las cuencas de mis ojos
vacíos —abiertos todo el tiempo— es el rumor del otoño
que hace caer las hojas de los árboles como si fueran escamas
desprendidas de un cuerpo inerte, noticia verde, sin vida.
Soy yo y soy otro: un lugar común, racimo de horas y de
frutos que germinan
a la luz inconmovible del sol.
Me miro al espejo, exánime, y reconozco los tallos, las
cicatrices que surcan mi cara como los rasgos intactos
de un paisaje estéril.
Demudado prestigio ¿la vida o la muerte?
Me siento caer hacia adentro.
El recuerdo de todas las sogas se ha roto ¿o se ha mezclado
con otro?
Los relojes se han detenido y se perfila una pregunta en el
agua donde reposa mi lengua:
¿acaso las letras pueden dibujar líneas precisas sobre la
superficie palpitante de un lienzo?
...un lienzo de humo y hojarasca, por supuesto.
Nada ni nadie responde.
El viento ha barrido de nubes el cielo.
El lenguaje se ha vuelto ilegible (crepúsculo de la prosa) y
las palabras que brotan de las alas de los pájaros chocan
unas con otras.
Se dispersan. Se borran. (Ahuecan el ala o abonan el piso de 
estiércol.)
El azul es una suerte de velo o vuelo transparente,
insepulto impreciso pertinaz o precario viene siendo
exactamente lo mismo.
Más allá no hay nada.
Cierro los ojos y me veo dormitando plácidamente en una
butaca. Todos han abandonado el teatro, y lo único que
queda en el aire es el recuerdo de un libreto escrito a
diestra y siniestra, de izquierda a derecha, a tontas y a
locas.




No Molestar
(previsiones)



La danse - François Legrand
los ojos llorosos semidesnudos, empañados ante el ingrato
paisaje del discurso enemigo del lenguaje que no se atreve
a pintar con claridad lo que no es, lo que palpita más allá
de las pupilas como un barullo
insomne,
como una mezcla de colores apenas embarrados en la
superficie granulosa de un cristal que asoma la nariz a la calle desolada,
un desierto es casi imposible en estos tiempos, a estas
alturas en que el aire, emblema de la claridad total, atenaza
la garganta con un gesto de rufián albaricoque que no deja
respirar.
Nadie escapa a la locura de los señuelos abiertos. El
discurso yace libre de amenazas, nada impide decir lo que
se viene en gana y sin
embargo
flota sobre la calva prematura del lenguaje una capa
espesa, irrespirable, que impide el cotejo de la proposición
y de la cosa;
esto nos ha hecho olvidar (un daño irreparable) cómo se
ordeña la cabra en la mañana y los olores...  qué decir de
los olores...
es inútil tratar de equiparar el olor que dimana de los
cuerpos a una palabra, ya no digamos grata, simplemente
clara que difumine el pensamiento y le dé la consistencia
de una nube esbelta (Constable),
sujeta a cero suspicacias.
Quién intuye lo que fue; los cerebros han partido a sus
ancestros por lo sano y se refugian del chubasco de
aerolitos putrefactos (envueltos en papel de estraza) en las
diatribas de la página perfectamente blanca, abriendo los
paraguas de una inteligencia que fluye sin cesar por
camino que no va a ninguna parte, acariciando como un
ciego
el polvo seco de los sauces, ajeno a la noción de
pasamanos, enfermo de este fin de siglo en que no sucede
nada digno de enmendarse.
Las conciencias relajadas se levantan las camisas y se
entregan al vocinglero desenfreno de una lengua a punto
de estallar.
(Las quijadas, ¿acaso alguien ha pensado qué sucederá con
las quijadas?)


Gabriel Bernal Granados
De: Simulaciones, Ed. Aldus, México 2000


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françois legrand
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