viernes, 23 de diciembre de 2011

Domador de caballos

Thoroughbred, 1998 - Keith Carter
Siempre sueño con alguien que sueña con caballos
que se arrojan de un barco a la tierra
o al mar.








Imagínalos cruzar el
mar a nado:


.............. machos de la espumosa gloria armados
.............. de jinetes. Mercenarios sin amo
.............. ni carrusel a dónde ir. Buzos cobardes
.............. atrincherados en la rienda.



Imagínalos pastando conchas rotas, colas
muertas de sirenas.


Caracoleando al son de las brumosas caracolas.


Llevando a lomo esos moluscos
de armaduras cristianas.


Aterrados de toparse entre las olas
con su propia leyenda.


Ateridos de jamás morder el lado
limpio de la sal.
Imagínalos cruzar,
saltar el mar,
galopar con un rumor de cuadernas o de astillas.


Imagínalos amando la tormenta
en un conjuro; lo que sabe


de la chispa


la herradura.








De esos barcos cayeron mis caballos
como copos de martillos en el agua.







Olor a personas inquietas,
a párpados de tiempo abiertos bajo el agua,
a persianas místicas por las que se mira
hacia otra era de muertos dedos
bárbaros hendiendo
paginación: comisuras.


Olor a luz desmigajada en los arreos,
a platería enjaezada, a inciviles
destellos toledanos entre mancebos nítidos.


Left light 1999 - Keith Carter

Olor a témpanos de ira en los que hiberna,
podrido, lo que dijo la chusma: fe
de Gutenberg, impresionista
máquina de tipos,
complicada y manual runa del plomo.


Esperanza de mirar por la ventana,
.............. en la penumbra ensangrentada,
todos esos jinetes
.............. que vienen a matarme.







Mi caballo de feria, mi caballo
sin ojos, mi caballo
........................... tiburón: te escribo
desde el lado de adentro de tu marcha,
caído como un cable o una rata
en la bobina que bulle el carrusel.


Aquí pájaros muertos sobrevuelan el desfile
y desde las almenas de la fibra de vidrio
saludan tu donaire princesas empaladas.
Aquí reverdece enmohecida la inocencia
en el grito de un piel roja al escalpar.
Aquí conmigo en ti mitigado,
en la tierra de nadie del motor o su idea
la llanura y la corriente son un solo fantasma.



Desde el lado de adentro:
mi caballo de amperaje,
mi burro de la noria de ser niño,
mi esfera de caballos, te escribo
caído en ti.



Desmontado de tu círculo de dicha.


Sin rienda en qué abrevar.



Vaquero de la Horca.






En lugar de El Ahorcado,
un tarot para caballos con
El Vaquero de la Horca.

Bella - Keith Carter

(En la tarde los cascos
baten la luminosa
piel de piedras fugaces.


Un extra espera que la estrella
dipare antes de que
se tense en él la soga.)



Un tarot para caballos donde El Loco es un Kid,
El Mago El Domador,
El Jorobado my kingdom for a horse
y La Dama los ojos destruidos
de una vaca mirando la autopista.


“Sí” dice en mí La Muerte (mi caballo
garganta de la roca), “sí” dice, “sí;
pero ¿cuánto más blancos que los tuyos
serán bajo la luna
los huesos del corcel?...”







En otro sueño hay cráneos de caballos
cercenados por peces voladores de oro.


No es mío:


fue una cabeza en un gancho, en el mercado,
la que me susurró todo este amor a los cuchillos.






Mi caballo (en un gancho) mi cabeza,
mi renglón de rabia,
mi manera de vivir en lo aruinado


(la pradera incendiada,
la montura vacía,
la prisa hecha razón):


mi corcel y su gallardo
lomo de Gramática.


Último nervio.


Bala perdida.


Amuleto con filo:


pescadito de oro
colgado de mi cuello.


Desde el fondo del mar
un caballo me llama
por mi nombre más ligero.






Ven a pastar conmigo, caballo tiburón, estos hígados,
este hueso.
Appaloosa1998 - Keith Carter



Te imaginé una tarde cruzando el mar a nado:
eras la costra azul de una luz que se respira,
el humo gris de presente y arcabuces,
la amarilla pestilencia en que resopla
toda la majestad de lo que dice “Sí”.


Eras mi tiburón.


A caballo en ti pasté
cada manjar, toda esa mierda:
cascarones limados de la jaiba y la almeja,
sebosas cabezudas,
savia negra que sube a los filetes
y florece, enemiga del hielo.


Te imaginé cruzando el mar a nado
y todo el ácido turquesa que pastabas
era el origen de ti y de mí,
de nuestra guerra,
de nuestra alianza:


recocidos sabores germinando en mis vísceras,
azules ya de tanta sal.






A caballo en el viento, confinado
(lámpara arrojadiza) en esta habitación,
a caballo en la sombra,
deslizando en surf de rabia las puertas de los closets,
a caballo, a caballo como Arquímedes cuando saltó
.... de su mente a la bañera,
a caballo,
a caballo con un tigre en el atrio de la voz,
a caballo igual que las puntadas que pisotean sin sol
.... la colina del vientre
(la sibilina bruma del cólico,
la hinchazón de los cetros encasquillados),
a caballo hasta una fresca muralla de magnesio,
hasta la cordillera del gas, hasta el lavabo,
a caballo hacia el puño del sable inanimado que es distancia,
.... a caballo


entre cuatro signos de cemento,


.............. y el aliento lajado entre las sienes,
y el cuerpo que no pide más céfiro que el sueño,


........................... y cúpula de Afuera
........................... goteando sobre un plástico


........................... la lluvia.






Orange tree - Keith Carter
Yo tengo unas preguntas urgentes en medio de este
.... corral de ahorcados:


¿Rimaba el Cid Ruy Díaz?


¿Cabalgaba Cavalcanti?


¿Desmontaba Lérmontov?


Preguntas juiciosas. Algo
tienen que ver los encabalgamientos. Algo de la guerra
cunde en la voz cuando
los yambos baten palmas a
las cabalgaduras.


¿Terminaba en pregunta o en relincho
mi galope?


(¿Puesto a escoger entre el sonido y la verdad,
yo escojo la pradera.)





Julián Herbert
De: Pastilla Camaleón, Bonobos Editores, México 2009







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